Los adultos solemos mirar a nuestro propio ombligo, y es que así nos han enseñado a comportarnos, seres que no debemos tener en cuenta a los niños, niñas y adolescentes porque “¡bah, sus emociones no son para tanto!”, “¡qué exagerados son!”, “¡la que montan por tonterías!”.
El momento más relevante en una persona, cerebralmente hablando, es el momento de su nacimiento, es por ello que debe ser un momento sagrado y respetado, y por supuesto, se debe respetar también a la madre que la ha llevado en su vientre.
Después de este momento, está la propia infancia, la época más importante de la vida, aquella en la que nuestro cerebro va a mil revoluciones y aprendemos cada día muchas cosas y sensaciones nuevas, suponiendo cada pequeño avance un esfuerzo enorme tanto físico como mental y/o emocional. Luego está la adolescencia, catalogado por su complejidad cerebral como ‘el segundo nacimiento’, un proceso realmente significativo por el que deberíamos sentir un profundo respeto y una profunda comprensión, y sin embargo lo tachamos de ‘rebelde’ y nos reímos de esta edad sin ningún tipo de empatía.
Cuando nos comunicamos con los niños/as y adolescentes, no solemos tener en cuenta su edad, no tenemos en cuenta el proceso vital por el que pasan y las necesidades que este implica. Solo pensamos en lo que opinamos o pensamos nosotros mismos/as y creemos que somos los poseedores de la verdad absoluta y todo debe ser a nuestro antojo, llevándonos por delante todo, como si fuera normal hacerlo, sin importar ni emociones, ni procesos ni edades…
Cada vez que vayas a hablar, pedir, decir… a tus hijos e hijas, ten en cuenta su edad. Pero no la edad que desde la visión social y adultista nos han hecho creer (esa visión en la que se indica que un bebé debe dormir solo, un niño de 4 años no llorar cuando se va su mamá, uno de 10 querer estudiar para labrarse un futuro y otro de 17 responsabilizarse de todas las tareas del hogar…) sino desde la visión REAL de las necesidades emocionales de los niños, niñas y adolescentes.
Algunas cosas que debes de tener en cuenta:
– Un bebé de dos años se comporta como un bebé de dos años, ríe, llora, tiene sueño, se irrita, dice “no”, se muestra inconforme con las cuestiones adultas (no es un adulto), etc.
– Un niño/a de 6/7/8/9/10 años no puede estarse quieto en una tienda o evento porque necesita moverse, su naturaleza es esa.
– Es normal que un niño de 11 años no quiera hacer deberes después de estar todo el día lleno de responsabilidades, porque lo único que necesita su cerebro es jugar y no lo ha hecho en todo el día.
– Es natural que una chavala de 16 años quiera estar a su rollo en su habitación, con intimidad, y esté más pendiente de su vida social que de su vida en el hogar, porque su cerebro está pasando por un proceso en el que la vida social, el contacto con sus iguales y su autodescubrimiento, es lo más importante para su desarrollo cerebral (no por fastidiarte).
– Etc.
Es importante tener en cuenta la edad siempre, y empatizar, entender, conectar, buscar soluciones comprensivas y dialogadas, ser amable, amorosa/o, atenta, flexible, tolerante, respetuoso, responsable, cuidadoso…
Imagínate en cada situación con tus hijos e hijas, que estás hablando con alguien que no habla tu mismo idioma, se acaba de mudar a tu país y no te entiende nada, quieres guiarle, ayudarle, darle tu apoyo… ¿cómo lo harías? ¿con “mano dura”, mal gesto y exigencias? ¿o haciendo todo lo que esté en tu mano para llegar a una resolución ante la situación planteada con una persona que no habla tu mismo idioma?
¿Significa esto que entonces debamos abogar al libertinaje y a la vida ‘de color rosa y unicornios’? NO, simplemente debemos aprender a adaptarnos a sus procesos y realidades emocionales, con respeto y guía, y por supuesto, sabiendo estar cuando ellos expresen sus emociones, ya sea en forma de llantos, gritos, irritabilidad, frustración… teniendo las herramientas necesarias para saber estar sin dañarlos de ninguna forma cuando se expresen así, y dando ejemplo de cómo solucionar los momentos intensos y difíciles, no haciendo todo lo contrario… (ya que si perdemos los nervios, somos dañinos, débiles emocionalmente, con poca capacidad de comprensión, nervios, incoherencias… eso mismo aprenderán).
Un abrazo
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Fundadora de Edurespeta, Escritora, Especialista en Educación basada en el respeto, la empatía, el acompañamiento, la lógica y la evidencia científica, creadora de la Educación Real®, Educadora, y Asesora – Formadora de familias y profesionales
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