Cuando las familias me preguntan cuándo deberían empezar a formarse en esto de educar entendiendo las necesidades reales de sus hijos, sin gritar, sin castigar, sin chantajear, etc., se quedan alucinados cuando les digo que esta gran transformación debe comenzar incluso antes de tener hijos.
Vivimos en una sociedad en la que respetar a los niños tal y como son, de verdad, sin más pretensiones que amarlos incondicionalmente, está mal visto, no se concibe, no se entiende.
Además de este gran lastre social que llevamos, cada uno de nosotros venimos de nuestras propias infancias y adolescencias etapas de la vida en las que, aunque creas aparentemente que fuiste muy feliz en ellas, siempre hay aspectos por trabajar, que han marcado la persona que eres hoy y, por lo tanto, a la madre o el padre que eres.
Es por ello que para educar de manera correcta y positiva desde el inicio, deberíamos empezar por desaprender todo lo integrado hasta ahora y aprender maneras positivas y respetuosas de comunicarnos y conectar con los hijos desde el mismo momento en el que decidimos que vamos a ser padres, ya que nuestra vida va a cambiar completamente.
La primera etapa de la vida de una persona es la etapa vital más importante de todas, donde se encuentra la base de toda la existencia, en donde nos creamos como personas y seres independientes, donde se construyen nuestros pensamientos e ideas, donde se integran valores, se forma la autoestima, el amor propio, el respeto hacia uno mismo y hacia el resto, etc.
Todo lo que vivimos en la primera etapa de nuestras vidas tiene unas consecuencias que se arrastran para siempre, tanto positivas como negativas
Por supuesto, la parte biológica y genética de cada persona juega su papel, además de las diferentes experiencias a las que cada uno se enfrenta y la manera en la que las vive, su personalidad, su entorno, el contexto… pero siempre, siempre, prevalece la manera en la que nos educan.
El primer año de vida es un año extremadamente agotador, tanto para los padres como para los hijos. Un año en el que los niños necesitan mucho empezando por su adaptación al mundo exterior y los padres también, y esto, junto con el cansancio y el exceso de emociones, nos pesa mucho.
No obstante, debemos tener muy claro que las experiencias positivas y llenas de amor y afecto por las que pasan los bebés durante este primer año forman un antes y un después en su desarrollo cerebral, y, por tanto, en el desarrollo físico y fisiológico. Pero también que las experiencias dolorosas y/o traumáticas pueden acarrear problemas graves no solo en su presente, sino también en su futuro.
¿Cuáles son algunas de las necesidades imprescindibles que tiene un bebé?
- Amor incondicional: nuestros hijos necesitan únicamente de este amor para poder sobrevivir (obviando el alimento, la nutrición…). Es un amor en el que aceptamos y respetamos a los niños tal y como son, sin ningún otro interés ni pretensión, únicamente el de amar. A veces, cuando hablo de este tipo de amor a las familias, algunas dicen “Todo el mundo quiere a sus hijos”, y esa base la tenemos clara. Pero no es lo mismo amar que amar incondicionalmente, sin pedir nada a cambio, sin exigir, sin obligar, sin manipular, etc. Un amor puro en el que no importa si te has comido todo o nada, si has suspendido mates o has sacado matrícula, si has pegado a tu hermano o te lo comes a besos… un amor por encima de todo y de todos y que, además, se demuestra a cada paso, en cada acto, en cada “rabieta” bien acompañada emocionalmente, en los momentos buenos y en los peores. Los bebés, como cualquier otro niño, necesitan que se les demuestre amor, siempre, en todas las ocasiones y por encima de todas las circunstancias.
- Brazos: que nadie te diga jamás que coges demasiado en brazos a tus hijos. Así como el amor nunca sobra, los brazos de una madre tampoco. Durante este primer año de vida es primordial que tengas a tu hijo en brazos siempre que puedas y él te necesite, sin temor a que se acostumbre porque a lo único a lo que se acostumbra es a amar, a sentirse apoyado, comprendido, protegido… El contacto físico es primordial para los bebés; mediante él, estarán integrando unas herramientas emocionales sanas y coherentes para cuando decidan ser totalmente libres e independientes.
- Atención: los niños no “llaman” la atención, los niños la necesitan. En el primer año de vida no hay descanso para los progenitores, y mucho menos para las madres. Es extenuante… pero increíblemente mágico. Durante ese año y para siempre, debemos comprometernos a aportar a nuestros hijos atenciones, pero no unas atenciones materiales y externas (el mejor colegio, la mejor academia de idiomas, preocuparnos de que se laven los dientes antes de acostarse…) la vida es mucho más que eso. Si aportamos atención, siempre, a cada paso, con motivación, respeto y apoyo, todo lo demás llega solo.
- Dormir acompañados: dormir separado de su madre es de lo peor que le puede pasar a un bebé, así que nadie te haga creer lo contrario. Somos seres preparados para vivir y convivir en grupo, en manada, mamíferos sociables que necesitamos el calor humano para asegurarnos de que se perpetúa nuestra especie. Es inconcebible pensar que una pareja necesita dormir unida para afianzar su relación y ofrecerse protección y amor, pero que un bebé debe aprender a dormir solo, porque lo único que aprende es a sentirse desprotegido, abandonado, perdido y sus niveles de cortisol (la hormona del estrés) en sangre se disparan, porque no tiene lo que biológicamente necesita. Hoy en día hay muchas maneras de tener al bebé cerca a la hora de dormir, es cuestión de que cada familia se adapte a la suya.
- Calma: no necesitan la sobreestimulación, el exceso de ruidos, ir de brazo en brazo, los olores fuertes, las cosquillas de las que no se puedan zafar… Los niños necesitan tranquilidad, adecuarse a la vida de una manera sosegada, llena de paz y cuanto menos cargado sea el entorno, mejor.
- Respeto por sus ritmos: las etiquetas y las comparaciones deben ser desechadas de la vida en general, pero cuando hablamos de niños más si cabe. No caigas nunca en el error de etiquetar a tu hijo por la etapa en la que crees que se encuentra, ni tampoco compararlo con otros niños. Hay que respetar sus ritmos, dejarse llevar por las necesidades reales de nuestros hijos y no centrarnos nunca en el qué dirán ni en lo que necesitas como adulto. Da igual si come mucho o poco, si gatea, si habla o no, si ya camina o se aguanta de pie, si duerme mucho o más bien poco… olvídate de todo esto y céntrate en tu bebé y en sus necesidades. Sigue su paso, ellos vienen diseñados y preparados para ir avanzando y creciendo, tan solo necesitan los cuidados básicos, el alimento y por supuesto, amor mucho amor.
Como ves, durante el primer año de vida nuestros hijos son nuestros “apéndices”, pero esta dependencia suprema, este amor y vínculo tan fuerte, este respeto que invade todos los poros de su piel (y de la nuestra) es lo que le dará las herramientas suficientes y, por lo tanto, con lo que llegará a ser en el futuro una persona feliz, libre, bondadosa, solidaria, responsable, respetuosa consigo misma y con los demás, cooperativa, sana emocionalmente, etc.
Por ello debemos darles prioridad a todos estos factores que, como ves, son más importantes y relevantes en la vida de nuestros hijos que ninguna otra cosa.
Si leyendo esto te das cuenta de que no has acompañado a tus hijos en sus etapas iniciales de este modo, no te preocupes, nunca es tarde para avanzar, crecer y mejorar como madre/padre y persona, y, por ende, para que nuestros hijos vivan una vida más significativa, libre y feliz.
El cerebro de nuestros hijos está en constante desarrollo, y también tienen una gran capacidad para recuperarse de manera óptima de traumas y situaciones estresantes y tristes para ellos.
Adelante, tienes toda la vida para ser quien realmente quieres y necesitas ser y por tanto dar ese ejemplo a tus hijos
Sé que el primer año de vida de un hijo acompañándolo desde el más absoluto respeto es emocionalmente muy intenso y cansado. Primero porque estás en pleno puerperio, una etapa en la que necesitas ayuda, apoyo, cariño, atención, sostén, tribu, amor, comprensión, respeto… y, además, una etapa en la que un ser muy pequeño depende, casi al 100%, de ti. Pero créeme, esta etapa pasa y pronto puedes levantar cabeza y mirarte al espejo, verte a ti misma, más feliz que nunca, embriagada por la luz (bajo mi punto de vista) más bella del mundo, la luz de la maternidad.
Quiero dedicarle este artículo a mi segunda hija, Gadea, la que hoy 22 de junio de 2017 cumple su primer año de vida, un año lleno de momentos dulces, muy dulces y también algunos salados, pero un año EXTREMADAMENTE FELIZ. Para ella van estas líneas:
“Hace un año naciste libre, respetada y amada. Justo como eres ahora y como te acompañaremos para que lo seas siempre.
Hace un año que existes fuera de mi vientre y dentro del mundo, un mundo que disfruta de ti tanto como tú de él.
Hace un año me demostraste que la vida no es como uno se imagina ni sueña, la vida se abre paso y lo que hay que tener son unas herramientas realmente respetuosas e íntegras para vivirla bien, sin dañarte ni dañar, sin por supuesto ser dañado, vivirla, pues, con todo tu corazón.
Hace un año que soy más feliz, feliz porque te tengo, feliz porque me tienes.
Feliz de ser tu madre.
Madre e hija, y así será de por vida, una vida que es más vida desde que llegaste.
Gracias por existir y por elegirme.
Te AMO Gadea, y así te lo demostraré siempre”
Muchas gracias por la lectura y si te ha gustado, ya sabes, puedes compartir el artículo con quien desees 🙂
Abrazos
Fundadora de Edurespeta – Educadora Experta en Educación Respetuosa, Asesora Familiar y Escritora
©
Ma Jose dice
Voy por buen camino 😋, sin que nadie me lo hubiera dicho antes, lo hacemos todo desde el amor
Cris Rubio dice
Me encanta tu artículo cuando dices que “Tienes toda la vida para ser quien realmente quieres y necesitas ser y por tanto dar ese ejemplo a tus hijos”.
¡ ¡ E S O E S ! ! : D
Queremos aprender a educar a nuestros hijos hacia la realización de su SER más bonito pero para ello es preciso que salgamos de nuestra zona de confort, de la manita de nuestros miedos y A D E L A N T E , a empezar a preguntarnos “¿Pero quién soy Y O realmente y cuál es mi propósito vital? Venga, voy a empezar a respetar mi SER y a darme espacio y ya verás como mi hijo empezará a exteriorizar su SER también.”
Porque a los niños no se les educa sin coherencia, como muchas veces dices, Tania.
Gracias por tus palabras 🙂
Cris