“Como no te has acabado la comida, no hay tele”.
“Como te has acabado la comida, te pongo la tele”.
¿Ves alguna diferencia entre estas dos afirmaciones?. Bien, la única diferencia que hay entre ellas, es que en la primera se está utilizando un castigo con el niño y en la segunda, un premio. Ambas, son herramientas erróneas y además, no aportan ningún tipo de beneficio a nuestros hijos.
Voy a explicarte qué son los castigos y qué son los premios, así como las consecuencias de cada uno, para que puedas entender que en realidad, son casi lo mismo y que no debemos utilizar ninguno de los dos.
Los castigos: existen dos tipos de castigo definidos: los físicos y los psicológicos, con todas sus variantes. Ninguno de los dos tipos se debería utilizar para educar, nunca. Utilizando este tipo de técnicas ( por llamarlas de alguna manera, ya que en realidad no se deberían catalogar como tal), lo que hacemos es: 1. utilizar nuestra autoridad para conseguir lo que queremos, es decir, abusamos del poder que creemos que tenemos, al pensar que como somos sus padres tienen que asumir lo que les impongamos; 2. que nuestros hijos realicen las cosas por miedo a las consecuencias, es decir, acaban realizando las tareas no porque las tengan integradas ni porque estén motivados en hacerlas de esa manera, sino por miedo a recibir la consecuencia (el castigo) ; 3. fomentar la desconfianza y las mentiras, esto es, que los niños, cansados de estas situaciones (no es para menos) acaban encontrando técnicas para evitar que les castiguemos y mienten, así como los padres solemos amenazar y luego no cumplir estas amenazas. Terminan sabiendo que la mitad de lo que decimos, no lo cumplimos. No quiero decir que debamos cumplirlas, sino que nos dedicamos a meterles el miedo en el cuerpo, generar ese estrés, para nada. Por lo tanto, las mentiras nos rodean constantemente en casa y total, sólo para conseguir malestar y conflictos.
Si tú como madre o padre, mejoras en tu forma de educar y aprendes otras maneras para fomentar el respeto en tu familia, no necesitarás tirar de la autoridad o de la fuerza para educar a tus hijos. Porque castigar es básicamente eso: no saber hacerlo de otra manera, y abusar de ser un adulto, de sentirte más fuerte y encima poseedor de tu propio hijo. Cosa que no es cierta, nosotros no les traemos al mundo para poseerles, sino para enseñarles a ser libres y a quererse a sí mismos.
Los hijos no son nuestra posesión, son poseedores de sí mismos
No está bien decirle a un hijo que si no hace los deberes no podrá jugar con sus “playmobil”, no está bien amenazarle con dejarle sin postre si no se ducha en 10 minutos, no está bien insultarle porque todavía no se sabe las tablas de multiplicar y encima dejarle sin consola durante un mes. ¿Qué estrés y qué tristeza, verdad?. Imagínate por un momento, que en tu propia casa sintieras esa presión, que tu pareja te amenazara y te castigara constantemente, por ejemplo: – si mañana no llevas los papeles al banco, te quedas sin gimnasio , – como no bañes al niño en 10 minutos, olvídate de ir a tomar café con tus amigas, – ¿eres tonto?, ¿todavía no has puesto la mesa? te quedas sin wifi durante un mes. ¡Puf! en esta situación, seguramente ya te hubieras replanteado tu relación, acabado con ella e incluso hubieses necesitado ayuda psicológica profesional. ¿ Esto quieres para tu hijo?.
Las consecuencias del castigo son múltiples, pero entre ellas te destaco: ansiedad, depresión, baja autoestima, bajo rendimiento académico, ira, sumisión, etc.
Los premios: éstos, no deberían utilizarse tampoco en ningún caso. Lógicamente, los premios no hacen daño ( físico ni psicológico) aparentemente, ya que el niño se siente bien con su premio obtenido. Pero en realidad, no le estamos haciendo ningún bien, ya que utilizándolos, lo que ponemos en práctica es: 1. utilizar nuestra autoridad para conseguir lo que queremos, es decir, abusamos de nuestro poder, pensando que como somos sus padres, si hacen las cosas como nosotros queremos, conseguirán su premio; 2. que nuestros hijos realicen las cosas por miedo a las consecuencias, acaban haciéndolas no porque las tengan integradas ni porque estén motivados en realizarlas de esa manera, sino por miedo a no recibir su premio 3. fomentar la desconfianza y las mentiras, lógicamente, los niños terminan procediendo únicamente motivados por conseguir su premio y lo intentan conseguir por todos los medios, aunque esto conlleve el mentir. Los padres, la mayoría de las veces les prometemos premios que no cumplimos y esto hace que tengan desconfianza y sepan que la mitad de las cosas no las llevamos a cabo. No quiero decir que debamos darles todo lo que les prometemos, sino que nos dedicamos a generar la ansiedad y luego no les damos nada ( por lo tanto, ni falta hacía prometer nada para generar motivación, mejor saber hacerlo sin promesas).
Como ves, estos puntos son casi iguales entre los premios y los castigos. La “herramienta” es diferente, pero lo que hacemos es lo mismo. Son primos hermanos.
No está bien felicitar a un hijo porque ha hecho todos los deberes y entonces dejarle jugar con sus “playmobil”; no está bien comentarle que sí puede comer postre porque sólo ha tardado 10 minutos en ducharse, no está bien decirle lo mucho que le quieres porque se sabe las tablas de multiplicar y por ello, va a poder jugar a la consola durante un mes. ¿Qué estrés, verdad? Estar pendiente de lo que va a recibir todo el día y hacer las cosas promovido por un condicionamiento, una motivación externa que le emprende a hacerlo, no por el simple hecho de llevarlo a cabo y disfrutar de ello. La vida no va así. Nosotros no vamos a la playa porque sabemos que así después nos comeremos un helado, nosotros vamos a la playa y si nos apetece, nos comemos un helado. Nosotros no nos acabamos todo el plato para poder ver un rato una serie de televisión, nosotros cenamos viendo la televisión porque nos apetece. ¿Entiendes la gran diferencia entre querer o hacer algo de corazón o hacerlo promovido por una motivación que alguien te impone?
Las consecuencias del premio son varias, entre ellas: estrés, frustración, motivación superficial, ansiedad, perfeccionismo, etc.
A tus hijos debes enseñarles lo que está bien y lo que está mal desde el respeto, la confianza y la libertad. Es decir, si quieres hacerle saber que algo está mal, enséñaselo con respeto y amor, y lo aprenderá; claro, puede no aprenderlo a la primera, es un trabajo de tiempo y que conlleva paciencia. Si quieres elogiarle, perfecto, pero elógiale todos los días, no sólo cuando haga algo bien. No podemos decirle a nuestro hijo que le queremos sólo porque ha hecho los deberes, deberíamos decírselo varias veces al día y sin necesitar ningún motivo.
A tus hijos debes enseñarles lo que está bien y lo que está mal desde el respeto, la confianza y la libertad
Espero que este artículo te sea útil, muchísimas gracias por la lectura, no olvides compartirlo, un abrazo:
Fundadora de Edurespeta – Educadora Experta en Educación Respetuosa, Asesora Familiar y Escritora
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