¡Uf! es increíble la facilidad que tienen algunas personas para juzgar a los niños, de decir cosas incorrectas y de pensar siempre mal de ellos.
La empatía es un valor y una capacidad que debemos poner en práctica con todo el mundo y con nuestros hijos es algo que siempre debemos poseer.
Las “etiquetas” son algo que todos deberías detestar – y desechar -, eso de ponerle ya “una mochila” a alguien que tardará años en quitarse (si es que lo consigue). No somos conscientes del daño que podemos hacer en la vida de una persona etiquetándole, ni lo que comportará. Hablaremos en otro artículo más extensamente de esto, ya que hoy quiero centrarme en “los caprichosos“.
Sí, sí, hay un grupo de niños y niñas catalogados como “los caprichosos”, ellos piden lo que quieren y si no lo tienen, se enfadan y/o se frustran.
Hay muchos artículos que hablan de ello y de qué podemos hacer con nuestro hijo caprichoso, si es que para nuestra opinión, lo es. Bien, es un error intentar buscar soluciones para “cambiar” al niño, la solución radica en cómo gestionemos nosotros todo esto y en relativizar lo que realmente se ha convertido en una problema y lo que en verdad, no lo es.
Es totalmente normal que en unas determinadas edades (2-7 años aproximadamente) quieran todo lo que les gusta y que no tengan esa lógica (adulta) de saber que todo cuesta un trabajo y un esfuerzo conseguirlo.
Es también normal que se enfaden y se frustren, dependiendo siempre de nosotros el nivel que alcance la rabieta o el conflicto. Si nosotros les acompañamos, entendemos y explicamos las cosas con buenas palabras y buen hacer, ellos aunque estén enfadados, irán bajando su frustración y así, día a tras día, enfado tras enfado, “capricho” tras “capricho”, se acomodarán a la situación y empezarán a integrar que no todo se consigue YA y que todo, por desgracia, no se puede tener. Pero no nacen con esto aprendido, es nuestro deber como padres hacérselo comprender y por supuesto, entendiendo sus enojos y empatizando con los mismos.
La mayoría de problemas vienen en tiendas o centros comerciales, ya que allí tienen un escaparate de todo lo que les gusta. Pongamos un ejemplo: es la hora de comer y pasáis por delante de un “McDonald’s”, vuestra hija de 6 añitos llora porque tiene hambre y quiere unas patatas de allí y de paso, llevarse un muñequito de regalo. Vosotros no queréis, ella entra en cólera (palabra que soléis utilizar muchas familias) y decidís enfadaros, decirle cosas inapropiadas, “arrastrarla” hasta el coche y continuar de camino a casa con el tema.
Primero, es súper normal que ella lo pida ( ¿quién no decide quedarse a comer en el centro comercial, si son las 14h. no tienes comida hecha y te lo puedes permitir?), segundo, es importante cómo gestionarlo con el objetivo de que se sienta mejor y entienda el porqué hemos decidido irnos, nunca con el propósito de hacerla sentir mal por el “pollo” que nos ha montado ni para que se calle ipso facto.
Muchos padres me consultan cuando ya están muy desbordados, es decir, cuando sus hijos ya tienen 8 o 10 años y nunca han sabido gestionar todo esto, jamás les han guiado ni han tratado esto con respeto y empatía. Entonces, han cedido en todo por tal de no “aguantar” a los hijos y no han consensuado unos límites ( respetuosos) para con ellos; han llegado al punto de tener un conflicto grande con esto. Pero el problema no radica en el niño, sino en sus padres. Ellos, tienen trabajo por delante, empezando por consensuar unos límites y siguiendo con el entendimiento y una buena gestión de los momentos de enfado de su hijo/a.
Todos somos caprichosos, todos deseamos algo que nos gusta o que creemos que nos hará bien. Y nosotros, los adultos, sabemos dónde están nuestras limitaciones y sabemos gestionar nuestras emociones y no frustrarnos cuando no podemos, en ese momento, conseguir nuestros deseos. Y aún así, nos cuesta….¿Quién no ha deseado ese coche familiar para ir más a gusto en los viajes y se ha sentido mal por no poder hacer frente en esa etapa de su vida?, ¿ quién no ha querido comprarse esos zapatos tan chulos y se ha sentido mal por no poder comprarlos ya que tienen prioridad los zapatos de su hijo?
Esto es así, la vida consiste en alcanzar sueños, en cumplir propósitos, en conseguir objetivos. Y hasta que no nos veamos reflejados en nuestros hijos y no entendamos que para ellos ese juguete es el coche familiar para nosotros, pero encima sin saber gestionar sus propias frustraciones, difícil lo tenemos.
También, hay que darse cuenta de cuándo es posible ceder en lo que ellos quieren. A veces vamos tan estresados con nuestras vidas y con nuestras ideas fijas y horarios que en muchas ocasiones, creamos conflicto sin motivo. Por ejemplo, pasas por delante de un parque de camino a la compra, y tu hijo de 7 años quiere entrar a jugar un rato. No digas que no a la primera, pasad un momentito y le explicas que cuando haya que irse, lo tendrá que entender y os iréis juntos a comprar. Ni totalmente para ti, ni totalmente para él, simplemente, una mezcla de los dos; pero que no siempre sea NO y mucho menos con la coletilla de : “porque lo digo yo“.
Te animo a declararte caprichoso/a, y, por supuesto, a NO etiquetar a tus hijos ni a los hijos de otros como tal. Simplemente, a saber acompañar a tus hijos y educar en el respeto.
Un beso, como siempre, un placer.
Fundadora de Edurespeta, Escritora, Especialista en Educación basada en el respeto, la empatía, el acompañamiento emocional®, el amor, la lógica y la evidencia científica, creadora de la Educación Real®, Educadora y Formadora de familias y profesionales.
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Mª José (Con los niños en la mochila) dice
Un artículo muy interesante. Yo tengo ahora mismo mucho problema con mi hija a este respecto. Cumple 5 años en un par de semanas y es una niña con un carácter muy afianzado. Desde que nació su hermano estamos en una lucha constante y sé que en gran parte (si no totalmente) es una mala gestión por mi parte de sus emociones y frustaciones. Ahora mismo hemos llegado a un punto que todo es lo contrario de lo que diga o haga yo. Si hay macarrones para comer dice que son un asco y que no quiere, si hay otra cosa pide macarrones, si le saco un vestido ese no le gusta, si cojo pantalones ella quiere un vestido porque con lo otro no está guapa. Si juega en su cuarto saca todas las cajas y cajones y lo desparrama por el suelo, si le digo que no puede sacar más cosas hasta que recoja las primeras, se marcha a la habitación de su hermano mayor y lo tira todo allí también (con el consecuente disgusto de su hermano, claro), etc. etc.
Y lo malo es que hay días que lo gestiono más o menos bien, con paciencia, sin levantar la voz, sin enfadarme… pero hay otros en los que me siento taaaaaaaaaan desbordada…
El artículo me ha parecido de gran ayuda. Voy a seguir educandome yo, a ver si así consigo llegar a buen puerto con mi pequeña. Que por culpa de esto nos estamos perdiendo de abrazos, risas, besos, sonrisas y achuchones… Y eso sí que no se recupera.
Un abrazo y muchas gracias. 🙂
Uriel dice
Hol Maria José, me alegro de que te haya servido de ayuda. Ella es pequeña y no sabe todavía gestionar sus emociones. En este caso, sí, eres tú la que debes ser fuerte y seguir avanzando y aprendiendo. Y verás que con un buen acompañamiento y sobretodo, utilizando el respeto y el amor como base, todo se consigue. Un fuerte abrazo y gracias a ti