Nuestros hijos e hijas nos observan todo el día, somos ejemplo absolutamente de todo y para todo: desde la forma en la que hablamos, expresamos emociones, nos alimentamos, tratamos a los demás, pensamos, e incluso si somos coherentes entre aquello que decimos que sentimos y lo que en realidad hacemos (un ejemplo sería, enseñarles una foto de la basura que hay en los océanos y decir “qué guarra es la gente” y luego en plenas vacaciones en la playa dejes tus palos de helado tranquila e ingeniosamente enterrados bajo la arena)
Un buen ejemplo es la mejor enseñanza.
Cuántos somos los que nos quejamos de las palabrotas de nuestros hijos y somos los primeros en pronunciarlas, cuántos queremos que coman verdura y nos hinchamos a pasta, cuántos los que queremos que se desenganchen de las tecnologías y somos humanos pegados a un móvil…
Con las emociones no podía ser de otra manera, y solemos repetir el mismo error, para enseñarles calma lo que hacemos es perder los nervios.
En este artículo me gustaría enseñarte a jugar a los opuestos, se trata de que practiques, siempre que puedas, y expreses la emoción opuesta a la que están sintiendo tus hijos e hijas en ese momento para así ayudarles en su emoción y aportarles calma y serenidad, con respeto y empatía (sea cual sea el motivo de su emoción y sean cuales sean sus maneras).
Imagina que tu hija de 7 años está llorando y gritando en el parque porque no desea irse. Si para que entienda que es la hora (de verdad, no porque nosotros queramos irnos sino que es una decisión tomada pensando en el bienestar común) y pueda calmar su estado, lo que hacemos es: ponernos peor que ella, corazón acelerado, orejas rojas, apretando dientes, propinamos frases como “esta niña me tiene harto, esta niña no se conforma con nada, esta niña es una caprichosa, que te calles de una vez…” no solo no la ayudamos en NADA sino que además no le damos un buen ejemplo de equilibrio emocional.
Se trata pues, de que juegues a los opuestos, si crees que tu hija lo que siente es frustración, enfado, ira y/o tristeza (o cualquier otra) mantén la calma, expresa serenidad, amabilidad y conexión, haz totalmente lo contrario. Mira a sus ojos y explícale, abraza, conecta, entiende, escucha.
Nunca importa el motivo, siempre la conexión.
Expresa lo contrario a lo que ellos expresan y logra el equilibrio y vuestro entendimiento, vuestra calma y tolerancia.
Ya me dirás qué tal, al principio es muy complicado, pero te prometo que se pilla el truco (si practicas claro, aquí magia ninguna).
Un beso grande y aquí estoy para lo que necesites. Muchas gracias.
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Fundadora de Edurespeta, Escritora, Especialista en Educación basada en el respeto, la empatía, el acompañamiento, la lógica y la evidencia científica, creadora de la Educación Real®, Educadora, y Asesora – Formadora de familias y profesionales.
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