Cuando nuestros hijos se enfadan, gritan, lloran, pegan, insultan… se nos desatan mil y una emociones y no precisamente buenas. Durante estos minutos, y a veces durante muchos más, no sabemos cómo actuar, nuestra ira se descontrola y acabamos haciendo cosas que realmente no queremos hacer.
Estas situaciones, por tanto, se convierten en trances muy difíciles para los padres, a quienes (aunque queremos hacerlo lo mejor posible) a veces no nos sale, nos sentimos impotentes, sin energía y llenos de impaciencia, ya que estamos deseando que el incómodo proceso acabe ya.
Es importante que tengas muy en cuenta (y casi que grabes a fuego en tu mente y en tu corazón) que estos comportamientos de tus hijos son absolutamente normales y naturales, son parte de su desarrollo. Ningún niño es un manipulador empedernido por enfadarse, llorar y pegar, ningún niño es malo y se convertirá en un delincuente por expresar su ira y explotar de forma primitiva.
Todo lo contrario.
Cuanto más apoyo reciban los hijos en momentos emocionales intensos, antes recuperarán su estado emocional equilibrado e integrarán que todo no puede ser cuando queremos y como queremos (por desgracia).
Cuando tus hijos están pasando por un trance complicado que te genera estrés, ahí, justo ahí, es cuando debes respirar, reflexionar y pensar que te necesita más que nunca
Es difícil autocontrolarse, lo sé, mucho. Es, por tanto, que me surge una gran duda: ¿cómo quieres que tu hijo/a controle sus emociones desmedidas, si tú no eres capaz de hacerlo y ya eres adulto y se supone que deberías tener superintegrado esto de no escapársete las situaciones difíciles de las manos?
Todas las personas tenemos momentos duros, en los que explotamos, en los que todo se ve negro y en los que no vemos más salida que la de quedarnos sumidos en nuestro enfado y en nuestra emoción. Esto suele pasarnos porque, cuando éramos pequeños, en nuestra infancia y adolescencia, nuestras emociones no eran tomadas en cuenta como deberían. Cosas como “cállate ya”, “si te portas así no vas a salir con tus amigas”, “eres un niño malo por pegar a tu hermano”… estaban a la orden del día, y esta represión y visión negativa de nuestros momentos difíciles nos ha llevado a no saber reconocer y gestionar nuestras emociones de manera correcta, y, por lo tanto, a perder los papeles más veces de las que quisiéramos.
En el caso de las emociones de nuestros hijos, por tanto, si no las acompañamos de manera positiva y óptima, puede acarrearles problemas emocionales en el presente y en el futuro, y, por supuesto, implicar una duración más prolongada tanto en tiempo como en intensidad de los comportamientos furiosos.
Por ello, he decidido ofrecerte hoy 5 pautas para no perder los nervios cuanto tus hijos estén pasando por un momento emocionalmente intenso, y que considero imprescindibles en el día a día de toda familia y/o educador:
- Entiende que no lo hace por fastidiarte: los hijos no son tiranos, no son los malos de la peli. Los hijos son las personas más importantes de nuestras vidas y nunca hacen nada por el mero hecho de hacernos daños y además disfrutar haciéndolo. Por tanto, quítate de la mente que sus enfados, pataletas y explosiones de ira son para molestarte. Se dan, precisamente, porque su cerebro en desarrollo siente lo que siente, vive lo que vive y necesita expresarlo. Si coartamos esta expresión con una visión negativa y con juicios y acusaciones, potenciaremos cada vez más el poco entendimiento hacia lo que les pasa y hacia sus propias emociones. Debes darle la vuelta a la tortilla, y empezar a ver estos momentos como una oportunidad de aprendizaje para padres e hijos. Tu mantra a partir de ahora debe ser: “soy amigo de los enfados de mis hijos”.
- Reconoce tus emociones y gestiónalas antes de que sea tarde: somos seres emocionales, dependemos de nuestras emociones en todas las acciones que realizamos y en todas las situaciones que vivimos. Cuando vamos al trabajo, sentimos; cuando hablamos con nuestra madre, sentimos; cuando hacemos la compra, sentimos, y, por supuesto, cuando nos relacionamos con nuestros hijos, sentimos. Es por ello que siempre debemos ser conscientes de lo que sentimos, de los motivos que tenemos para sentirlo y de lo que nos provoca aquello por lo que sentimos. Ser consciente de lo que nos pasa cuando nuestro hijo de 3 años pega al vecino en el parque es muy importante para entregarnos de manera correcta a la situación. Puedes estar pensando: “no soporto que haga esto, me da rabia, me hace quedar mal, como una madre irresponsable y que tiene un niño mal educado”. Si te dejas guiar por este pensamiento, lógicamente lo vas a hacer mal. Sentirlo, puedes y debes sentirlo, reconocer lo que te pasa interiormente también, ahora bien, debes tener un control sobre lo que te está pasando. Si vuelves al primer paso pensarás: “vale, estoy cabreada, me saca de quicio, ¿por qué lo hace?, me van a coger manía en la comunidad de vecinos…”, pero, sin embargo, sabrás ser amiga de los enfados de tu hijo, entenderás que es una etapa por la que todo niño pasa y aunque frenes su agresividad y le expliques por qué actuar así no es correcto, lo harás siempre con buenas maneras, tono de voz adecuado y empatía.
- Ofrece apoyo emocional sea cual sea el motivo por el que se ponga así: la base del apoyo emocional es siempre el amor incondicional, es decir, a los hijos hay que demostrarles amor tanto en las buenas como en las malas. Esto no significa que aplaudamos el hecho de que pegue al vecino, pero sí que sienta que estamos ahí, que no compartimos su modo de expresar su enfado, pero que para eso estamos, para guiarles en el camino con sentido común y coherencia, entendiendo sus etapas, sabiendo que no es lo mismo que pegue y grite desenfrenadamente un niño de 3, 7 o 10 años que un chaval adulto de 20, pero siendo conscientes de que, si no acompañamos sus emociones, con 20 no comprenderá lo que siente y el cómo lo hace. Cuando nuestros hijos, por tanto, tienen emociones intensas, hay que mostrar apoyo, dedicación y atención, contacto físico si lo aceptan, información real de lo que sucede, protección, palabras de comprensión y afecto, empatía, respeto, guía, sentido común y amor, mucho amor. El amor nunca es demasiado. Jamás debemos confundir el apoyo emocional con la permisividad. Guiar un comportamiento para que aprendan de él no es ser permisivo y aceptar todo lo negativo, sino entender la emoción y guiarla hacia un enfoque positivo.
- Escucha con interés: no solo hay que escuchar a los hijos cuando están en un buen o mal momento, hay que hacerlo No obstante, en los momentos difíciles debemos prestarles especial atención. No importa por qué te parezca insignificante, recuerda que lo que para ellos suele ser importante, para nosotros no, es por ello que el saber empatizar con los niños y ponernos en su lugar es imprescindible. Así que escucha todo lo que tienen que decirte, haz preguntas, muestra interés y ofrece ayuda sin imponer tu visión, sino comprendiendo la suya.
- Pon nombre a lo que les pasa: por muchos cuentos que compremos para trabajar las emociones o mucha asignatura de inteligencia emocional que hagan en el colegio, los niños aprenden de emociones primeramente sintiéndolas, expresándolas, conociéndolas, respetándolas… y, en segundo lugar, mediante la guía de sus padres. Cuando la tormenta esté pasando, háblale de lo que siente, cuál es su nombre, qué pasa en su cerebro cuando lo siente, qué cosas puede hacer para sentirse mejor, En el caso del vecino, si le ha dado un manotazo porque le ha quitado la piedra con la que él jugaba, primero entenderemos que no le ha pegado para dejarnos mal delante de su madre y frenaremos la acción agresiva de buenas maneras; segundo, reconoceremos qué nos pasa y controlaremos nuestra ira; tercero ofreceremos apoyo emocional a nuestro hijo, escucharemos su versión y le ayudaremos a reconocer qué le pasa, buscando, además, conjuntamente soluciones.
No te preocupes si el apoyo que le has ofrecido a tus hijos hasta ahora ha sido más bien poco o has perdido constantemente los nervios y con mucha intensidad. Lo importante es que si estás leyendo esto es porque quieres mejorar y llegar a ser realmente la madre/el padre que tus hijos necesitan.
No debemos ser perfectos, pero sí los perfectos padres para nuestros hijos. Se lo merecen, nos lo merecemos
Un fuerte abrazo y, por favor, si te ha resultado útil, comparte estas pautas con tus familiares y amigos.
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Fundadora de Edurespeta, Escritora, Especialista en Educación basada en el respeto, la empatía, el acompañamiento, la lógica y la evidencia científica, creadora de la Educación Real®, Educadora, y Asesora – Formadora de familias y profesionales
2019 ©
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Leonor dice
Muy interesante y acertado.
Me gusta el mantra:”los enfados de mi hija son mis amigos”
Gracias!
Toñi dice
Me a encantado, no debemos ser perfectos pero si lo padres que nuestros hijos necesitan…
Gracias por el artículo, tienen muchas herramientas…
Besos Tania
katya dice
Muy interesante. Tengo un hijo de 13 q no asume sus responsabilidades y siempre busca una excusa, lo cual finalmente me hace explotar. Encontre muchas pautas que tendre en cuenta .Gracias
Ana dice
Tengo claro que el problema somos nosotros. Los niños sólo hacen cosas de niños, su inmadurez no les permite controlar o razón. Mi problema soy yo misma y hare lo que dice tu artículo, al menos lo intentaré con todo mi amor
Carcar dice
Me gustan mucho estos consejos, pero es tan difícil… Por un lado si no te pones firme, no te toman en serio, por el otro, sí es cierto que los hijos de vez en cuando nos toman el pelo… sino, porque en la guardería hacen cosas que en casa no hacen? Y por otro, a las 4 de la mañana cuando se despierta por tercera vez en 10 minutos porque quiere agua (por poner un ejemplo)… no soy capaz de ser amiga de su enfado la verdad… pierdo los nervios, demasiado, y debería controlarlo, pero ¿Cómo consigo que duerma y que sobretodo sobretodo, no lo haga cada noche? A las 4 de la mañana cuando el despertador me suena a las 6:30 no soy capaz de dialogar ni de encontrar nombre a lo que le pasa y mucho menos ofrecer apoyo emocional.
Blanca dice
Gracias!
Me pongo manos a la obra…
Son bastantes pautas y me ha gustado mucho “ ser amiga de sus enfados” es genial.
Vamos a ver qué tal en la práctica.
Ánimo a todos los padres
Un saludo